NOS ESTAMOS CONSTITUYENDO
El otro día, en un periódico, leí la alegría que mi distinguido amigo don Jorge Solé Tura siente ante el engendro de proyecto de constitución que él y sus «consensuales» parlamentarios han fabricado. Estas estupideces, este tipo de estupideces, me incitan al pesimismo. ¡Quién nos lo iba a decir! El profesor Solé Tura, jovencísimo, se lanzó a la palestra histórico-política acusando a Prat de la Riba de reaccionario. Desde luego, Prat de la Riba era un reaccionario como una catedral. Pero, ahora que don Jorge pretende que nos traguemos su «constitución» jovialmente «pactada», por lo menos habrá de reconocer que el tenebroso Prat de la Riba queda un poco más a la izquierda que él. Históricamente hablando, naturalmente. A mí, el asunto no me inquieta. Pertenezco a la inmensa muchedumbre de los ciudadanos del Estado español que nos ponemos a ver los toros desde la barrera. Esa constitución que nos prometen me parece una tomadura de pelo. La plebiscitará la mayoría del censo electoral: ¡y tanto! Será un referéndum abrumador: ganará el «mando». Un mando «consensual», desde luego: un aguachirle teórico interferido.
Los herederos «democráticos» de Franco, incluido don Santiago Carrillo, con la excusa de que hemos de ser una Monarquía Constitucional, se han lanzado a fabricar una inevitable «constitución». Esa «constitución», créanme, y desde ya (como dicen los suramericanos), no pasa de ser una broma de mal gusto. Que sea la «constitución» que los cachorros franquistas renegados —afortunadamente renegados— deseen, es una cosa. Y otra, la adhesión de la «izquierdiosidad» vaga y titubeante. No nos engañemos: una «constitución» surgida de ese gazpacho parlamentario no será sino lo que la UCD, con su «royalty», programe. Ya lo estamos viendo, artículo por artículo. Esa aparente «armonía» —la palabra «armonía» es levemente más cómica que «consenso» — entre derechas e izquierdas, se traduce en una amplia indiferencia del electorado. La constitución previsible la dictó —más o menos— Suárez, y la han apoyado los demás: todos, don Santiago, don Felipe, don Tierno, don Jorge... Y don Fraga. Y uno se encoge de hombros.
¿Podría haber habido la oportunidad de convocar los votos mayoritarios en torno a un programa lúcido y enérgico? No fue así. Toda la «izquierda», como un solo hombre, se aplicó al chupa-chups de Suárez. Unos olvidaron a Lenin, otros a Marx; Fraga ha olvidado a Vázquez de Mella y a Donoso Cortés; corremos el riesgo, puestos en esta línea, que Blas Piñar y sus guerrillas abandonen a Víctor Pradera y a Jiménez Caballero y a Maeztu, y al mismísimo Goebbels, para deslizarse más a la derecha, si es que hay un «más»... Me pregunto si es que no estamos locos, todos. Empezando por la pandilla de catedráticos y «amateurs» que fabrican la «Constitución». Son una pura risa... Yo soy un «extraparlamentario» desde que nací... ¿Y tú no? Amigo lector —«mon semblable, mon frère»—, deja de ser hipócrita, como decía Baudelaire, y échate a dormir. La constitución que nos preparan pone carne de gallina. De ella se arrepentirá don Jorge Solé...
Joan Fuster. Por favor. Barcelona. 10-VII-78.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada